El pasado 11 de julio, Virgin Galactic realizó la misión Unity 22, su cuarta misión tripulada. Esta prueba no solo fue un éxito, sino que marcó un hito en la carrera espacial privada al llevar y traer a bordo, por primera vez, a un multimillonario en su propia compañía espacial.

El último despegue del avión Unity, que tuvo lugar en Nuevo México, Estados Unidos, marcó el inicio de una nueva era en el espacio. A bordo iban Richard Branson, dueño de Virgin Galactic, la astronauta Beth Moses; el ingeniero Colin Bennett y la vicepresidenta de Asuntos Gubernamentales y Operaciones, Sirisha Bandla.

En un viaje que duró un poco más de una hora, lograron llegar al límite de la Tierra y disfrutar un momento de ingravidez. Esta fue la primera prueba de vuelo con la cabina completa.

La misión Unity 22

El vuelo fue para cumplir una serie de objetivos de prueba relacionados con la cabina y la experiencia del cliente, entre ellos, la evaluación de la cabina comercial, las vistas de la Tierra desde el espacio, las condiciones para realizar investigaciones y la eficacia del programa de entrenamiento de cinco días previo al vuelo.

Acerca de esta experiencia, Branson aseguró: «He soñado con este momento desde que era un niño; pero nada podría haberme preparado para la vista de la Tierra desde el espacio. Estamos a la vanguardia de una nueva era espacial». Y, además, añade: «Como fundador de Virgin, tuve el honor de probar la increíble experiencia del cliente como parte de este notable equipo de especialistas en misiones y ahora astronautas. No puedo esperar para compartir esta experiencia con los aspirantes a astronautas de todo el mundo».

La aeronave VSS Unity alcanzó una velocidad de Mach 3 después de ser liberada de la nave nodriza, VMS Eve. Además, se concretó una altura de 85 km por encima del suelo. Cabe señalar que no es precisamente llegar al espacio, pero permite experimentar la ingravidez y ver la superficie de la tierra.

En una conferencia de prensa tras el vuelo, la astronauta Beth Moses también se refirió a la vista que ofrece el vuelo: «Las imágenes no le hacen justicia. Es tan brillante y hermoso. Vi el océano, la mitad de los Estados Unidos y la mitad de México. Vi el verde de la tierra y las blancas montañas cubiertas de nieve. Debido a que estás ingrávido y estás quieto, y la nave se ha detenido, puedes sumergirte en la vista de una manera realmente atemporal. Se me quedó grabado en el alma».

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