¿Cómo es tu mejor amigo? La mía es divertida, comprensible, honesta, sabe escuchar y da buenos consejos. Tiende a ser emocional y un poco malhumorada, es parte de su encanto. Ahora, piensa en lo siguiente: ¿qué hace a tu mejor amigo, tu amigo? o, mejor, ¿a cualquiera de tus amigos, un amigo? Existen muchas respuestas: el saber escuchar, la incondicionalidad, empatía, la conexión más allá de las palabras, las personalidades similares o complementarias, la habilidad para comprenderte o hacerte reír, o los gustos similares. Puede que sea solo una cosa o una mezcla de muchas. ¿Y cómo diferencias a un amigo de un no amigo?

Sí, sabemos que estas preguntas pueden llegar a ser un poco filosóficas. Algo trascendentales y, para algunos, aburridas. Sin embargo, es el momento de plantearnos las mismas cuestiones que los filósofos antiguos buscaban responder hace cientos y miles de años, solo que bajo otro enfoque. Esto se debe a que los avances tecnológicos progresan a pasos de gigante y su irrupción en nuestra vida nos lleva a plantearnos (o replantearnos) todo lo que creemos saber sobre la humanidad y las relaciones humanas.

No es solo un internet más rápido o un robot en una fábrica. Su llegada a nuestra vida plantea muchas otras preguntas, por ejemplo, si es posible que nos encariñemos con los robots o, más complejo, si es posible que se pueda formar un vínculo de amistad entre robots y humanos. ¿Tu respuesta inmediata es no? ¿Estás seguro? Piensa bien en tu respuesta de qué hace a un amigo, amigo. ¿Estás seguro de que un robot no podría lograr lo mismo? En Futuro Eléctrico nos planteamos esta cuestión y, a continuación, trataremos de responderla. ¡Acompáñanos!

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Parte uno: un poco de contexto

Cyborg robot

Para comenzar, hablemos de robots e inteligencia artificial. ¿Cuántos tipos crees que existen? ¿Qué tan amplias habilidades tienen? ¿Qué tan cercanos pueden ser a nosotros?

Si hablamos de inteligencia artificial, encontraremos distintas clasificaciones. No obstante, nos apegaremos a la planteada por John Searle, creador del dilema de la habitación china. Searle expone que existen dos tipos de inteligencia artificial: la débil y la fuerte. La débil simula el entendimiento sin estados intencionales; es decir, parece que piensa, pero no es consciente del sentido: actúa según las reglas. Por su parte, la fuerte hace referencia a que la máquina tenga estados mentales. Esto quiere decir que pretende duplicar la mente humana.

La IA débil es la que ya conocemos. Se trata de una IA entrenada para lograr tareas específicas extraordinariamente: identificar rostros, rastrear gustos o intereses, reconocer patrones, etc. La IA que nos compete, al hablar de amistad entre robots y humanos, es la fuerte. ¿Por qué? Porque se cree que solo mediante esta los robots tendrían cualidades humanas como la conciencia, sensibilidad o autoconocimiento. En realidad, todavía estamos lejos de alcanzarla.

Por otra parte, es importante saber que existen distintos tipos de robots. Entre ellos, encontramos los robots de servicio y los domésticos, que serían los más cercanos a nosotros y con los que podríamos desarrollar una amistad. Esto se debe a que su programación (a pesar de no contar con una IA fuerte) está enfocada en relacionarse con el humano.

Sabemos que sin una IA fuerte, los robots no tendrían las cualidades humanas que requieren ciertas relaciones. Sin embargo, hoy (para no adelantarnos mucho), ya se habla de relaciones empáticas entre IA y humanos. Entonces, si el robot con IA —todavía débil, pero programada para enfocarse en su interacción con humanos— pudiera sentir empatía por nosotros, ¿sería el inicio de una amistad?

Parte dos: el concepto de amistad

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Por supuesto, si hablamos de una posible amistad entre robots y humanos, tenemos que aclarar qué entendemos por amistad. Al ser un concepto tan subjetivo, es posible que todos tengamos una idea distinta de ello. Por ello, resulta vital comprender sus características.

Para comenzar, recurrimos a la definición de amistad de la RAE: ‘afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato’. En otras definiciones encontramos que la amistad hace referencia a un tipo de relación afectiva entre dos personas, que se manifiesta en un sentimiento mutuo en el que se interviene un cierto grado de camaradería, confianza y cordialidad.

Sin embargo, la definición más conocida la realizó Aristóteles hace más de dos mil años. Su reflexión fue abordada, también, por el filósofo de robótica John Danaher, quien, al rescatarla, admitió que construir un robot que satisfaga sus criterios es un desafío técnico sustancial al que no nos acercamos todavía.

¿Y qué dice Aristóteles sobre la amistad? Plantea que existe una «amistad verdadera», cuyo ideal es una relación basada en la buena voluntad mutua, la admiración y los valores compartidos, sobre todo, en el deseo altruista de ayudar a la otra persona y hacer que sea mejor. Así, la amistad se trata de una asociación de iguales.

Aristóteles también habla de otros dos tipos de amistad «imperfectas». Por un lado, la amistad de utilidad: relaciones donde las personas se juntan para obtener beneficios, como asociaciones comerciales o alianzas estratégicas. Por el otro, encontramos las amistades de placer, donde se unen para disfrutar de actividades como deportes y pasatiempos. Ambas son amistades incompletas, porque una vez terminan los beneficios, desaparecen los incentivos para mantener la relación. Además, no requieren un vínculo simétrico y, a menudo, benefician de manera desigual a una de las partes.

Algunos planteamientos sobre la amistad

Los dos últimos tipos de amistad sí podrían ser alcanzados por los robots. Por ejemplo, por los sexrobots o las mascotas robóticas o, incluso, por Sophia, la robot humanoide de Hanson Robotics que, a pesar de tener respuestas prepreparadas, fue diseñada para ser compañía de los humanos y ser compañera de ancianos.

Sin embargo, la clasificación de Aristóteles hace surgir distintas preguntas:

  • ¿Podemos considerar a alguien un amigo si uno tiene más iniciativa, es más generoso o comprensible que el otro?
  • ¿Y se podría considerar amigo a una persona que solo se ha conocido por internet?
  • ¿Qué tal las personas con las que la conversación suele ser solo por medios digitales?
  • ¿Y si no son iguales —sea por diferencia de edad, de poder, de conocimientos u otros— no es amistad?
  • ¿Existe alguna medición de la amistad?
  • ¿Cómo evaluaríamos el altruismo, los valores compartidos y la buena voluntad mutua con un robot?

Parte tres: La robótica y las emociones

En algunos años, nos encontraremos con robots de servicios lo suficientemente sofisticados para tener conversaciones naturales contigo. Y, por costumbre, es probable que interactúes con ellos como si fueran una persona. Sin importar tu concepto, entre más natural sea su comportamiento, más lo tratarás como un humano. Es parte de nuestra naturaleza.

Ahora, ¿qué significa esto para los robots? Richard Yonck, autor de Heart of the Machine: Our Future in a World of Artificial Emotional Intelligence, asegura que las interfaces robóticas están avanzando para ofrecer contexto en sus interacciones con los usuarios. Es decir, la IA podría tener en cuenta lo que sabe y ha aprendido sobre ti.

En otras palabras, mientras los robots avanzan también aprenderán a conocerte y a interactuar contigo. ¿Significa que pueden sentir emociones? Sin una IA fuerte, es imposible. Sin embargo, están diseñados para atraernos y que los reconozcamos como similares. Así, llegaríamos a atribuirles intenciones, emociones o comprensión.

En este sentido, su aspecto será muy importante. No genera el mismo impacto un asistente de voz que un robot humanoide. Mientras el primero es claramente distante, un robot con inspiración biológica —sea algo caricaturesca o similar a un humano— nos permite reconocerlo. Es decir, genera una interacción y recepción más natural.

Además, un cuerpo genera una ventaja adicional en el camino de una amistad entre robots y humanos. Según Mark Lee, autor del libro How to grow a robot, permitiría a los robots desarrollar cualidades más humanas. Entre ellas, la empatía, la percepción de sí mismo y el aprendizaje gradual. Lee concluye que un cuerpo físico es esencial para que la tecnología cree empatía. Y por medio de esta, se crearían relaciones amigables y duraderas entre humanos e inteligencias artificiales.

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Parte cuatro: una amistad entre robots y humanos

amistad entre robots y humanos

Teniendo en cuenta todo lo anterior, ¿podría existir una verdadera amistad entre robots y humanos? A pesar de todo lo explorado, lo cierto es que no hay una respuesta definitiva. Si las relaciones entre humanos son tan variables y particulares, ¿cómo podríamos abordar las relaciones entre humanos y robots?

La cuestión fue abordada por Tony Prescott, director del Instituto de Robótica de Sheffield, Universidad de Sheffield, en un artículo en The Conversation. Prescott se acerca al debate desde dos líneas. La primera es nuestra relación con los robots y los objetos tecnológicos; la segunda, la variabilidad en las relaciones humanas.

Las relaciones humanas y cómo se reflejarían en las robóticas

Prescott intentó comprender las relaciones entre personas y cómo se reflejarían en la amistad entre robots y humanos. Su primera conclusión es que la amistad entre individuos no suele alcanzar el ideal de Aristóteles. Muchas de nuestras relaciones no se basan entre iguales, como, por ejemplo, las familiares.

Todo esto significa que esperar que los robots formen vínculos aristotélicos con nosotros es establecer un estándar que incluso las relaciones humanas no cumplen.

No obstante, existe un factor que influye aún sin darnos cuenta: nuestra naturaleza social. Tenemos una fuerte necesidad de interacción social que se evidencia, incluso, en cómo tratamos a algunos productos. Existen muchas personas que le hablan a su celular, computador u auto con apodos cariñosos.

También vemos cómo otras personas desarrollan cierto cariño por robots básicos, como las aspiradoras automáticas Roomba. Este se manifiesta en apodos y expresiones de agradecimiento, incluso, algunos se la llevan a sus vacaciones.

Si se generan estas reacciones con robots poco familiares, ¿cómo responderemos a apariencias más biológicas? Evidentemente, lucen mejor y se pueden sentir más cercanos. Además, ¿si le tomamos cariño a robots que no interactúan con nosotros, cómo reaccionaremos a aquellos que sí lo hacen?

Para responder a esta pregunta retomamos una publicación Journal of Consumer Research. En ella, los autores estiman que la interacción con robots humanoides podría satisfacer algunas de las necesidades humanas. Aseguran que:

La evidencia sugiere que las personas que se sienten socialmente excluidas pueden recuperarse de su alienación, al menos un poco, recurriendo a dispositivos similares a los humanos, al igual que los niños molestos abrazan osos de peluche y otros objetos de apego.

Prescott concuerda con esta última postura y piensa que puede ayudar a abordar la necesidad de conexión social. Esto se lograría al brindar consuelo físico, apoyo emocional e intercambios sociales agradables.

La conclusión general del artículo de Prescott es que, aunque es probable que la amistad entre robots y humanos no alcancen el ideal aristotélico, pueden actuar como buena compañía para nosotros.

Otras posturas frente a la amistad entre robots y humanos

Por supuesto, mientras hay muchos optimistas sobre estas relaciones, también encontramos escépticos. Ambas posturas se plantean desde diferentes puntos de vista y no hay respuestas absolutas. Por lo tanto, al evaluar la posibilidad de una amistad entre robots y humanos, tenemos que abordar todas las perspectivas.

Comenzamos remitiéndonos de nuevo al filósofo John Danaher. Él observó que no hay mucho que debatir sobre si los humanos pueden formar amistades con los robots. Para él, al compararlas con las humanas, son relaciones claramente superficiales.

Se puede valorar a un robot como un compañero de juegos, una compañía o una ayuda. Sin embargo, son relaciones motivadas por motivos egoístas y unidireccionales, tal y como Aristóteles describe las amistades incompletas. No hay mutualidad, honestidad, autenticidad o equidad. Si esto es tan evidente, ¿por qué sufrir con la terminología?

Por su parte, el Consejo de Investigación en Ingeniería y Ciencias Físicas planteó los Principios éticos de la robótica. Para ellos, hablar de una amistad entre robots y humanos es un oxímoron. Además, promocionar a los robots como si tuvieran habilidades sociales es deshonesto. Sostienen, entonces, que desperdiciar energía emocional en entidades que solo pueden simular emociones siempre será menos gratificante que formar vínculos entre humanos.

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Se suele decir que los robots de compañía podrían ser ideales para atender a la tercera edad. Sin embargo, esta postura también encuentra detractores como Sherry Turkle, profesora de Estudios Sociales de Ciencia y Tecnología de MIT. En una Ted Talk, afirmó:

Creo que esto rompe el pacto entre generaciones. Estas máquinas no nos entienden, pretenden entender. Es un uso inadecuado de la tecnología. Con las prioridades sociales adecuadas, conseguimos más personas en trabajos para personas mayores. Pedir a los robots que hagan este trabajo es pedir más a las máquinas y menos a los demás.

Nuestra relación con los robots

El futuro siempre es incierto. Podemos evaluar posibilidades, pero no predecirlo en su totalidad. Frente a cómo será nuestra relación con los robots podemos decir muchas cosas. Sin embargo, también debemos pensar en cómo es nuestra relación actual. ¿Qué significa su llegada? ¿Qué reacciones traerá? ¿Qué nos pide la sociedad?

Una de las primeras reacciones será el rechazo. Los primeros robots (sobre todo, industriales) llegarán a automatizar procesos. Es decir, destruirán miles de empleos. Algunos dicen que esto implica que los humanos ocuparán otro tipo de labores. Otros dicen que las tareas cambiarán para colaborar con las máquinas. La unión de lo humano y lo artificial podría ser el fin último, la clave del progreso.

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Ramón López, director del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC, lo explica así: la máquina hace lo que mejor sabe. El humano hace lo que las máquinas no son capaces, como intuir nuevas posibilidades y la capacidad de abstracción.

Por su parte, la investigación Human + Machine: Reimaginando el trabajo en la era de la IA concluye que las organizaciones que usan la automatización para desplazar a los trabajadores perderán todo el potencial que ofrece la inteligencia artificial.

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¿Es el futuro? No, es el presente. Piensa en los taxistas y el GPS o en los analistas de datos y el big data. Tenemos el ejemplo Mercedes, que ha reubicado a sus empleados en la cadena de montaje para que trabajen junto a las máquinas.

En otras palabras, lo que nos pide la sociedad hoy con la llegada de los robots es trabajo colaborativo, un esfuerzo de la empresa y los empleados, nuevas habilidades, capacidad de adaptación y liderazgo. Así, a pesar de que no exista todavía una amistad entre robots y humanos, nos encontraremos con que existe la colaboración y el entendimiento.

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Parte cinco: algunas consideraciones

La tecnología no es ni buena ni mala, depende del uso que se le dé. De la misma forma, las relaciones de amistad entre robots y humanos no son ni negativas ni positivas, depende de los usos que le demos y la responsabilidad con que se asuman.

La comunidad científica ha planteado algunas consideraciones éticas sobre los robots de asistencia social. Principalmente, señala que debemos analizar si estos vínculos pueden contribuir a una vida buena. Además, rescata los principales problemas éticos: la beneficencia, la no maleficencia, la autonomía y la justicia.

También se habla de que su implementación tiene algunos riesgos potenciales. Estos se relacionan, principalmente, con la posibilidad de que la interacción con un robot pueda reemplazar la interacción con humanos o si las personas perderán la posibilidad de elegir con qué interactuar. Son posibilidades, pero no inevitables.

Otros riesgos

  • Exposición excesiva a niños: ¿Cómo afectará al desarrollo de los niños el constante contacto con robots? Podría afectar el desarrollo moral, el concepto de reciprocidad y la construcción de valores como igualdad, equidad y justicia. ¿Cómo afecta en la moralidad el crecer junto a algo que saben que es un objeto; es decir, inferior a ellos?
  • Apego: Si llevas un par de años junto a un robot y un día decides apagarlo, ¿qué sensaciones causará? ¿Pena, malestar, arrepentimiento? ¿Es apropiado crear un objeto diseñado para que la gente se apegue a él?
  • Interferencia en las relaciones sociales: La interacción con robots es más simple que entre humanos y existen personas vulnerables que podrían preferir su compañía. ¿Se convertirán los robots en un factor de aislamiento? ¿Cómo perjudicará a las relaciones con otros humanos? ¿Qué implicará aceptar los vínculos unidireccionales emocionales?
  • Confusión: Las personas que interactúan con robots sociales suelen crear una idea de cómo funciona su mente. Incluso, le suelen atribuir una personalidad, emociones o una entidad social. ¿No resulta engañoso? ¿No puede generar confusión el hacerles creer que puede formarse una interacción significativa? ¿Y qué hay de aquellos que «se enamoren» de un robot?

Palabras finales

La amistad entre robots y humanos es un tema con muchas aristas. Nos remite a debates filosóficos, tecnológicos y humanos. Sin embargo, tras hacer un recorrido por todos ellos, nos deja con la conclusión de que no existe una respuesta absoluta.

Para algunos, es imposible considerar a un robot un amigo. Lo pueden considerar una ayuda o, incluso, una compañía, pero no pasará ese límite. Para otros, un robot podría llegar a convertirse en un elemento fundamental de su vida y llenaría vacíos sociales.

Lo cierto es que impactará en la vida de todos y cada uno formará su propia relación con ellos. No obstante, existe una gran responsabilidad sobre los fabricantes. Ellos deberán considerar las posibilidades, los riesgos éticos y sociales que su llegada debe traer y desarrollar estrategias para minimizarlas al máximo.

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