Los humanos tienen grandes planes para el futuro de la exploración espacial. Llegar a la Luna, colonizar Marte, explorar Venus, e, incluso, explorar las lunas de Saturno. Todos estos son grandes planes a los que nos acercamos a pasos agigantados con los grandes avances tecnológicos que vemos día a día. Sin embargo, no es solo la tecnología la que se debe evaluar y progresar, también deben considerarse algunos de los aspectos más elementales de la humanidad, por ejemplo, su reproducción.
Los humanos hemos evolucionado a la medida de la Tierra. La gravedad, radiación, oxígeno y minerales de los que nos componemos y somos capaces de soportar son una medida muy exacta dada por nuestro planeta. Pero ¿qué pasará cuando salgamos de él? Ya hablamos de cómo el sexo en el espacio es posible, si bien no es sencillo. Ahora, tenemos que ir un paso más allá: ¿podríamos tener hijos en el espacio? Son muchas las variables a considerar, y todavía no hay una respuesta clara.
No obstante, investigadores japoneses han dado un gran paso para responder esta pregunta. Como son tantas interrogantes, deben evaluarse una a una. Estos científicos decidieron responder una de las que más preocupaciones generaban en el campo: ¿cuáles serían los efectos de la radiación espacial si uno quisiera concebir fuera de la Tierra?
Los ratones espaciales nos dieron la respuesta
En una publicación en Science Advances, un grupo de científicos de la Universidad de Yamanashi dieron a conocer los resultados de un experimento. Los investigadores aspiraban a conocer si la radiación provoca daños en el ADN de los espermatozoides y si las posibles mutaciones acumuladas afectaban a la siguiente generación. De esta forma, pretendían concluir si los mamíferos pueden reproducirse en el espacio u otros planetas.
Durante el experimento, enviaron esperma liofilizado de ratón a la Estación Espacial Internacional. Años después, el esperma volvió a la Tierra y fecundó óvulos de ratonas. ¿El resultado? «Crías espaciales» sanas.
El esperma estuvo en la EEI espacial durante casi seis años. El equipo envió tres cajas con muestras de semen de 12 ratones en 2013. En la Tierra conservó otras muestras de los mismos ejemplares. Luego, progresivamente, las cajas comenzaron a volver al planeta. La primera caja volvió a la Tierra en 2014, a los nueve meses; la segunda, después de dos años y nueve meses, y la última en 2019, después de cinco años y 10 meses.
Una vez en la superficie terrestre, los científicos rehidrataron los espermatozoides. Luego, los inyectaron en óvulos frescos e inseminaron a hembras de ratón. Con el último lote, se consiguieron 170 crías.
Cuando los nuevos ratones nacieron, el equipo realizó diferentes pruebas para detectar segregación cromosómica anormal, daño citoplásmico, número de células de blastocistos y tasa de apoptosis. Tras esto, concluyeron que la radiación espacial no afectó el ADN de los espermatozoides ni a su fertilidad. Además, se obtuvieron «muchas crías genéticamente normales sin que se redujera la tasa de éxito en comparación con el grupo de control conservado en la Tierra».
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Experimentos anteriores realizados en la Tierra con rayos X sugieren que el esperma de ratón podría conservarse en la Estación Espacial durante más de 200 años sin sufrir daños.
¿Es posible la reproducción humana en el espacio?
Cuando explicamos las dificultades del sexo en el espacio, mencionamos que hay dos factores fundamentales que dificultan el proceso: la gravedad (o la falta de ella) y la inercia. Si hablamos de reproducción, son muchos los factores que se deben tener en cuenta, pero la gravedad es uno de los más importantes. ¿Cómo se unirían los espermatozoides y los óvulos ante la ausencia de esta fuerza?
Asimismo, ¿cómo afectarían estas condiciones al feto y a la mujer durante los nueve meses? ¿Cómo se realizaría el parto? Lo cierto es que los científicos no tienen claro cómo un vuelo espacial de larga duración afectará a la salud reproductiva humana. Incluso se han planteado que la infertilidad sea un riesgo para los astronautas debido a la radiación y la gravedad reducida.
Cabe recordar que, en los humanos, la fecundación ocurre cuando un espermatozoide alcanza un óvulo y se fusiona con él. Pero antes de esto, la célula espermática debe activarse para comenzar a moverse y necesita moverse más rápido. Por lo tanto, su membrana celular debe volverse más fluida.
Experimentos realizados con esperma de erizos de mar y toros dieron a conocer que en el espacio, el comportamiento es distinto. Es decir, la activación del movimiento ocurre más rápidamente. Sin embargo, los pasos previos a la fecundación son más lentos, o no ocurren. Por lo tanto, la fertilización podría no producirse en el espacio.
Por ello, el Centro de Investigación Ames de la NASA decidió llevar a cabo un experimento. En una misión llamada Micro-11, se lanzará esperma humano y de toro a la EEI. El objetivo es comprobar cómo es su movimiento en la microgravedad y las diferencias en su comportamiento. Así, se pretende evaluar cómo difiere de las muestras en la Tierra y qué tanto afectan estas condiciones la reproducción.
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